jueves, 9 de julio de 2009

El secuestrador

El camino de salida se nubló. La noche se perdía entre la sombra del sol, y las aves alzaban el vuelo en las gotas de neblina oscura. El verde negro de las copas de los árboles comenzaba a brillar contra los montes caídos y la luna se postraba como soñadora de esperanzas perdidas. La luz con sus largos brazos se recostaba sobre las montañas y las cúpulas resplandecían. Las terrazas de los edificios principales también. El alba rosa
Solo esperaba salir y poder caminar en la avenida, pero mi ímpetu me prohibió salir a disfrutar de lo que sería un día más. Tomando mis decisiones me encontraba cuando atardeció y, ¡oh, mi Dios! Vi que tras las cortinas un viento impetuoso se hacía dueño del lugar. Los árboles parecían ágiles avenidas deshojándose que cayeron sobre mí. Ese fue mi último día.