Déjame ser esta noche tu odalisca
y al amanecer la almohada en que despiertas
con las hojas de otoño que caen
acariciando los rayos del sol.
Como oráculo marcado por un destino
me dejo caer en la locura de su propia marca.
Llueve y su canto cesa intermitente
para exhalar el espíritu del frio hálito de su muerte.