Se ven muchas cosas en el desierto del mar. Se puede ser observador, no importa, igual se ven.
El sol puede haberse ocultado tras el mundo para descansar, pero su brillo queda porque olvida algunos de sus rayos nadando en el agua y en cientos de lugares más.
Olvidados, lo que todos buscan, unos antes que otros, es regresar de donde vienen. Cuando lo hacen, tocan el infinito, errantes, se pierden por mucho tiempo si no ven el sol. Tarde o temprano todos regresan. Pero mientras sucede, pueden verse alejándose hasta casi desaparecer, como una estrella, un reflejo atorado en la atmósfera, un nuevo sol. Se ilumina la oscuridad con aquellos que descansan en el rostro de la luna. Saben que volverán a reunirse en la alborada. Unos esperan sentados en la cima de los cerros, otros en la copa de los árboles, en la ribera del mar, en la caparazón de una tortuga que emigra, en el brillo de los ojos ciegos. Pacientes esperan que pase la oscuridad. Se reúnen al amanecer y sus abrazos se convierten en colores que solo el cielo puede ver, el cielo que se funde en nuestros ojos, y nos permiten ver aquello que nos está dado ver y nada más. A amanecer se preparan para levantar el frío que los durmientes dejan colar de sus sueños a sus cuerpos, a sus sábanas, al susurro de la calma, afuera. El frío sale sin saber a dónde escapar, perdiéndose, alejándose de su mundo. Porque el frío de las noches nace de los cuerpos inertes de recuerdos.
El agua es cristal, incluso bajo el cielo negro. Lo que parece ser un reflejo son los rayos más viejos, los que conocen el camino de vuelta y flotan en la superficie del agua esperando tranquilamente que venga el padre. Mientras, conversan con las perlas, arrullan los sueños de aquellos que vagan en la mar, conversan con el viento, cantan como el cristal que los lleva e incluso los eleva a las nubes para hacer con ellos brisa.
Cantan, saben cantar, no murmurar como lo hace la mar. Hablan de nadie y de ellos, porque siempre hay quien los quiere escuchar.
Las estrellas van cuando otras vienen o se detienen, extraviadas, pero no confundidas. Será el infinito quien las traiga de regreso. Todas han de volver.