viernes, 20 de enero de 2006

Un ciego en el camino, un hombre del pueblo

El tiempo de sembrar llegó y el de cosechar también. Algunos venían de distintos y lejanos lugares, los pocos que lo conocieron sabían quién era aunque algunos de ellos lo despreciaran como a cualquier otro hombre. Otros días de cosecha y siembra llegaron, la sequía y la abundancia. En uno de esos días cualquiera aconteció que un hombre del pueblo iba por el camino con su ofrenda hacia el templo derruido por la historia que le precedía. Junto a él iban sus hermanos y hermanas cada uno con su ofrenda de incienso, frutas, flores, trastos, animales y oraciones.
Al pasar por un sendero encontraron a un ciego que engañado por las piedras del lugar oraba lejos del sitio ceremonial. Había tendido su poncho, encendido su incienso, perfumado con eucalipto el cerro, ofrendado un gallo y una gallina, entregado su plegaria al bosque y atado a la sordera de sus dioses su llanto y alegría.
Sin saber que hacer, el grupo se detuvo para darle a entender que no podía ser escuchado ahí y que le darían de sus pertenencias y lo llevarían hasta la cima para que pudiera entregar lo que había perdido.
El ciego sin amilanarse respondió con sus ojos brillantes al que le hablaba.
-He aquí el lugar que más se parece al templo y lo he encontrado. Es cierto, no está en la cima, pero por el viento puedo asegurar que hay un claro abierto entre el camino y el barranco por el cual se puede ver el atardecer y el amanecer ya que mis ojos aún perciben el día y la noche, la penumbra y la luz. Este es el lugar más bello, en él sabemos que está Dios y no escondido entre la neblina del bosque en la cima, donde llega a meditar.
-No respetas los lugares sagrados.
-Hace tiempo, cuando el rostro de la gente se reflejaba en mis pupilas, padecía de muchas preguntas que nadie contestaba. Tiempo después empecé a quedarme sin visión y al tiempo que sucedía una voz oculta en cualquier lugar sonaba contestando mis reproches.
¿Por qué soy tan callado? Y la voz respondía “Porque así pones más atención a los demás y no te llenas de vanidad.
¿Por qué no soy bello? “Para no interrumpirte de la contemplación de las cosas verdaderas y no te llenen de vicios.
¿Por qué no tengo hijos? “Para que los que no tienen padre conozcan en ti uno.
¿Por qué gusto de hombres y mujeres? “Para que aprendas a vivir con las diferencias de los demás.
¿Por qué dejé pasar aquella mujer? “Para que otros hombres gocen de su presencia.
¿Por qué he sido pobre? “Para que tengas aspiraciones.
¿Por qué mi padre me abandonó? “Para que encuentres en los errores de los demás la corrección de los tuyos.
¿Por qué nací en un país pobre? “Para que las oportunidades se te multipliquen.
¿Por qué he de vivir? “Porque hay quienes en la cadena necesitan de tu fuerza.
¿Por qué mi madre es dura? “Para que aprendas que es autoridad.
¿Por qué mi hermano me ama? “Para que no olvides sentir el amor que otros no te pueden dar.
¿Por qué carezco del dinero de mis parientes? “Para que escojas los valores correctos y no caigas en juegos inútiles.
¿Por qué trabajo demasiado y gano poco? “Por que la luz no se aprecia sin la oscuridad.
¿Por qué mi voz no se escucha en todo el cielo? “Porque otros tienen voz y desean escucharla también.

-Así, de esta forma, la respuesta a cada una de mis preguntas se respondía de manera cual que entendía la sabiduría de mi estancia. Durante un largo período escuché esa voz. Cuando dejó de contestar, mis ojos dejaron de recibir el color y la forma de manera que necesité vivir de modo distinto a los demás. Pero cada respuesta quedó grabada fielmente. Las respuestas. Las palabras de una voz sabia que respondía, la dejé así de pronto de escuchar. No olvidé las respuestas.
Creyéndolo un viejo casi loco decidieron seguir adelante no sin antes insistir en llevarlo a la cima, pero él no les respondió, solo quedó viéndolos. Sin ojos los vio. Empezó a llover. Los jóvenes hicieron una última pregunta.
-¿Por qué rezas en este lugar?
-Porque nuestro oratorio es oscuro y alejado, los demás son bellos para adorar. Este es el más bello que puedo imaginar. Como Dios.
Nada satisfechos con la respuesta siguieron su rumbo. Uno de ellos se quedó viéndolo mientras los demás se cubrían de la lluvia. Se fueron.
-¿Por qué no te cubres de la lluvia?
-Porque cuando hizo sol no desprecié su luz ocultándome en la sombra.
Se fueron. El viejo quedó sentado, contemplando el paisaje. Sin ojos vio.